Buenas, me llamo Talles, soy su alumno, desde ahora
le voy a tratar con el debido respeto así como a usted le gusta que hagamos en
clase. He tomado esta decisión de escribirle una carta por dos motivos, uno,
nadie lo haría, porque nadie tiene agallas, y segundo, ya no aguanto pasar por
eso otra vez más, como en tantas otras asignaturas en las que ya tuve, sentirme
agobiado en clase, sin tener la palabra, sin tener libertad de decidir sobre lo
que quiero, como quiero y cuando quiero estudiar.
Primero me gustaría decirle que podríamos ser
amigos, podría usted ser amigo de cualquiera en clase, eso estrecharía las
relaciones entre profesor y alumno, así como intentó Francisco Giner de Los Ríos,
en el siglo XIX , con la Institución Libre de Enseñanza (ILE), algo tan increíblemente innovador para la
época, y que tuve el placer de conocer a través de un profesor muy parecido a
los demás en su didáctica, por falta de práctica, pero con una cierta dosis de
crítica en sus pensamientos. Sé que según las leyes (invisibles) que rigen la
educación, el contacto que debe tener el profesor y su alumno está
estrictamente ligado al acto de (des)enseñar y (des)aprender, así el profesor
ya no se importa o no puede ponerse en lugar del alumno, que por ejemplo, ya no
puede o no quiere seguir repitiendo esta misma “misa”, levantar por la mañana,
ir a la universidad (o escuela) y recoger apuntes. Pero intentemos llegar al
punto que creo ser importante.
Usted nos pide que guardemos silencio, lo hago, y creo, muy bien, pero no puedo soportar su
manera de enseñar tan dictatorial. No se puede hablar, no se puede usar el
teléfono móvil, no se puede a veces utilizar el portátil, porque uno u otro
puede acceder a sitios prohibidos que no permite el profesor. Pero dígame usted,
si ¿le gustaría estar aburrido en clase, con una persona dictando cosas que
solo estudiaremos unas pocas semanas antes de los exámenes, sacaremos una nota
y ya está, aprobaremos, y solamente habremos escupido en el examen las cosas
que nos ha escupido usted en clase, y en el día siguiente ya no sabremos nada?
En sus clases me parece que intenta usted decir que
nosotros somos los que tenemos que ganar su confianza, y no usted la nuestra.
Su manera de enseñar es tan antigua como la forma de distribuir los pupitres en
clase, que en otro edificio del campus aún son pegados al suelo. La tarima de
donde imparte usted las clases solo sirve para diseminar la ideología de poder,
con alguien en el centro de todo, y que monopoliza el conocimiento. Paréceme
que es adverso a las tecnologías, y me parece muy contradictorio que nos hayan
enseñado en el curso pasado que el nuevo profesor debe trabajar junto a las
tecnologías y no rechazarlas, así me parece ilusorio, pues nuestros profesores
en clase lo demuestran de otra manera.
Imagino que usted piensa estar enseñando de la mejor
manera, pero ¿qué cree que está enseñando? Según Paulo Freire, en Pedagogía de
La Esperanza, el hecho de un profesor enseñar cosas no nos hace discente sino
el hecho de que aprendamos algo, a partir de ahí sí, nos tornamos alumnos,
discentes. O sea no es solo impartir, dar órdenes como un general sino conocer
al alumno, saber lo que ya sabe, enseñarle y buscar saber si ha aprendido, dándole
libertar de decidir sobre su propio conocimiento.
El libro que estoy leyendo actualmente explicita
bien lo que ocurre en las clases desde cuando éramos niños hasta ahora, y le
garantizo, no ha cambiado nada. Se llama rEDUvolution, hacer la revolución en la educación, de María Acaso. En el hay
cosas como, “lo que enseñan los
profesores no es lo mismo que aprenden los alumnos”, cada uno tiene su
particularidad, cada uno tiene su cultura distinta, aunque sean del mismo país,
han crecido en familias distintas y con maneras distintas, o sea piensan
distinto unos de los otros. El profesor debe ser un artista, y crear. Debe ser
como un DJ, mesclar de todo para mostrarles en clase a sus alumnos. No nascemos
sabiendo todo, cambiar es difícil, pero no es imposible, buscar ayuda es
sensato, pues soportar la carga solo es demasiado complicado, pero si la
divides con más gente por supuesto será más fácil de trabajar.
Desde ya dejo claro que estas son palabras de
alguien que ya no soporta vivir en este sistema de reglas y obligaciones que
supone la educación, donde imaginé tener aquí más libertad de que cuando era
uno más en la multitud de alienados que es la sociedad actual. Dejo claro
también que digo todo eso porque quiero cambiar también, por mucho tiempo me
quedé callado sin expresar mis opiniones, y creo que si no digo lo que pienso
nada cambiará, así debemos hacer todos. No quiero que piense que no es capaz,
sino que puede cambiar, puede lograr hacer algo innovador, todos podemos.
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