Ir a clase todos los días supone un sacrificio muy grande. Aunque, después de un tiempo, pasé a notar unos detalles que antes, mientras creía en el milagro de la educación, pues no los notaba.
El más reciente de estos detalles es un profesor de lengua y literatura que es muy apasionado por lo que hace, pero su pasión es una pasión ciega, es decir, es tan apasionado que llega al punto de que no le importa el exterior, se convierte entonces en un ser que hace de todo para realizar su función (en su cabeza será de la mejor manera), pero pasa la impresión de que no le importa el otro. Sin embargo el otro o la otra son los estudiantes, las estudiantes, partes importantísimas del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Está clarísimo como el agua, limpio por supuesto, que nosotros alumnos y alumnas vamos a clase no para aprender, porque si el aprender fuera lo más importante no existirían los exámenes, y los exámenes sí, son los más importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje del sistema educativo actual. Por eso todo lo que se pregunta en clase, todo el tipo de duda planteada siempre tiene un objetivo que es aprobar el examen final. De hecho cada vez que le preguntamos algo enseguida comentamos si lo que acabamos de ver vendrá en el examen, de qué manera podría venir dicha cuestión, dicho problema en el examen final, dejando claro que la intención no es aprender, la intención es prepararse para un desafío, para el examen. No es por acaso que pasada media hora de clase ya estamos todos con cara de aburrimiento con cara de cansancio porque de verdad las expresiones humanas no pueden mentir, nuestras palabras sí, podemos controlar, podemos ocultar lo que pensamos y dejar salir solo lo que nos interesa, pero cuando son expresiones se nota un montón como estar en clase es algo horrible.
El más reciente de estos detalles es un profesor de lengua y literatura que es muy apasionado por lo que hace, pero su pasión es una pasión ciega, es decir, es tan apasionado que llega al punto de que no le importa el exterior, se convierte entonces en un ser que hace de todo para realizar su función (en su cabeza será de la mejor manera), pero pasa la impresión de que no le importa el otro. Sin embargo el otro o la otra son los estudiantes, las estudiantes, partes importantísimas del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Está clarísimo como el agua, limpio por supuesto, que nosotros alumnos y alumnas vamos a clase no para aprender, porque si el aprender fuera lo más importante no existirían los exámenes, y los exámenes sí, son los más importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje del sistema educativo actual. Por eso todo lo que se pregunta en clase, todo el tipo de duda planteada siempre tiene un objetivo que es aprobar el examen final. De hecho cada vez que le preguntamos algo enseguida comentamos si lo que acabamos de ver vendrá en el examen, de qué manera podría venir dicha cuestión, dicho problema en el examen final, dejando claro que la intención no es aprender, la intención es prepararse para un desafío, para el examen. No es por acaso que pasada media hora de clase ya estamos todos con cara de aburrimiento con cara de cansancio porque de verdad las expresiones humanas no pueden mentir, nuestras palabras sí, podemos controlar, podemos ocultar lo que pensamos y dejar salir solo lo que nos interesa, pero cuando son expresiones se nota un montón como estar en clase es algo horrible.
En este tipo de ambiente, con profesores parecidos a este serás un buen alumno o una buena alumna si te callas, si no molestas, si te haces invisible, contestando apenas cuando te pida el profesor.